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CÁLAMO / Revista de Estudios Jurídicos. Quito - Ecuador. Núm. 20 (Enero, 2024): 158-167
ISSN Impreso 1390-8863 ISSN Digital 2737-6133
Gustavo Silva Cajas
Cálamo 20
Enero 2024
pisoteamos. Una de las mejores formas para aprender
a usar y expandir nuestro lenguaje es recurrir a sus
cultores, las personas que se dedican a la literatura.
Cuando comenzamos a trabajar en la Corte Consti-
tucional, algunos jueces dedicaron algún tiempo para
estudiar sobre teoría de los derechos humanos, argu-
mentación jurídica o procedimiento constitucional.
En mi equipo de trabajo nos dedicamos a leer cuentos
de Borges, Onetti, Cortázar y Bolaño, por dos razones.
La primera: para observar la forma cómo escribían,
dónde ponían la coma y el punto, cómo usaban los
tiempos verbales, cómo se relataban los hechos, qué
incluyen en un párrafo. La otra razón, no menos
importante para mí, es que estoy convencido de que
los conictos complejos, como muchas veces aborda
la Corte Constitucional, requieren de mucha imagina-
ción y creatividad. El alimento de la imaginación es la
cción. Si el cerebro fuera como un músculo, la forma
de ejercitarlo es imaginando, creando, fantaseando.
Y la literatura hace precisamente eso.
GSC: Ahora me aventuro a hacerte dos preguntas
un tanto íntimas e imaginarias. La primera, si tuvie-
ras que imaginarte como abogado y como profesor
de Derecho en una novela o en un cuento, ¿en cuál
sería y por qué?
RAS: Como abogado me hubiera encantado estar en
Cien años de soledad. Los abogados aparecemos en esa
novela cuando llegan los inversionistas para la com-
pañía bananera. García Márquez pinta a los abogados
vestidos de negro, solemnes y decrépitos; a los jueces
como seres decorativos, pacícos y cansados. El coro-
nel, cuando piensa en las leyes y en quienes la aplicamos,
cree que “este es régimen de pobres diablos”. Para tener
más ganancias, la empresa no sólo que no paga salarios
justos, sino que cuando se organizan y protestan los
trabajadores, los masacran. Los abogados desvirtúan
todas las conductas ilegales de los empresarios como
si fuera magia, desaparecen evidencias, engañan para
conseguir rmas y respaldos, ngen incluso la muerte
para evitar la cárcel, cansan a los obreros con “delirios
hermenéuticos”, y son, en última instancia, “ilusionistas
del Derecho”, al punto de demostrar que la compañía
no tenía trabajadores. Después de la masacre, me pare-
ce que se hace irreversible los cien años de soledad de
Macondo. Me encantaría pensar qué hubiese pasado si
los obreros y las víctimas de la masacre tenían un abo-
gado ajeno a los intereses de la empresa. Seguramente
arruinaríamos la novela, pero me hubiese gustado en-
frentarme jurídicamente contra esos abogados y jueces
solemnes y de traje negro.
Como profesor de universidad, me encantaría ser
David Lurie, el protagonista de la novela Disgrace, de
J.M. Coetzee. Me reejo mucho en él. Ama la ópera,
escribe, pasó los cincuenta años, está divorciado y
tiene una hija (yo dos). Hay una escena en la que él
tiene un romance con una estudiante, que es tanto la
fantasía como la película de horror de cualquier do-
cente universitario. La relación comenzó siendo casual
y acabó siendo tóxica. En la novela se aborda el tema
de las sensibilidades contemporáneas y el acoso por la
relación de poder. Lurie es sometido a un proceso de
ética y rehúsa defenderse porque considera que igual
le van a sancionar. Lurie es cancelado y toda su vida se
convierte, como el título de la novela sugiere, en una
desgracia. Cuando leía la novela me ponía en su lugar,
con todos mis miedos e inseguridades, y creo que me
hubiera gustado defenderme e intentar llegar a una
solución distinta a la cancelación. Otra vez, como en
Cien años de soledad, otro perl del profesor y otro nal
quizá arruinaría la novela.
GSC: La segunda: si un genio(a) les daría a ti y a tu
familia el poder de elegir un mundo, una novela,
una historia, un cuadro o una canción, ¿en cuál
crees que les gustaría vivir?
RAS: Si fuera una novela, me gustaría verme con mis
hijas y seres queridos en Fantasía, de La historia inter-
minable, de Michael Ende. En la novela, la amenaza es
la Nada, que poco a poco, progresivamente, va inva-
diendo Fantasía. En esta novela, dos niños, Bastian y
Atreyu, logran, a punta de imaginación, desterrar a la
Nada. En esa Fantasía restaurada, todas las posibili-
dades cabían, no se distingue la realidad de la cción.
Todo lo que se imagina, ocurre. Las posibilidades son
innitas. En ese planeta hay montes de plata y cuero,
árboles cantores, piedras que comen, bosques errantes,
dragones de la suerte, templos de mil puertas, leones
multicolores, puertas enigmáticas, ciudades que otan
en agua, torres de marl, espejos mágicos, voluntades