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CÁLAMO / Revista de Estudios Jurídicos. Quito - Ecuador. Núm. 20 (Enero, 2024): 152-157
ISSN Impreso 1390-8863 ISSN Digital 2737-6133
María Helena Carbonell Yánez
Cálamo 20
Enero 2024
MARÍA HELENA CARBONELL YÁNEZ (MHCY):
Para comenzar esta entrevista me gustaría hacer un
acercamiento conceptual. ¿Qué podemos entender
por arte? Si bien la denición de arte es abierta y sub-
jetiva, podríamos decir que está abierta a debate y su
denición ha cambiado con el paso del tiempo. Tal
vez podemos decir que el arte es un componente de
una determinada cultura que trasmite ideas y valores
inherentes a ella. Por ello, con el paso del tiempo, las
expresiones artísticas cambian dentro de una misma
cultura. Ahora, para comenzar en un punto común:
¿Qué deberíamos entender por arte? ¿Qué entende-
remos en estas páginas por arte?
JORGE GONZÁLEZ JÁCOME (JGJ): Creo que arran-
car por acá nos delata como abogados que trabajamos
con un afán por denir y precisar el lenguaje. El arte
es un lenguaje que, creo, no arranca de deniciones, lo
cual nos deja en una posición extraña. Tú lo has dicho,
además, es una pregunta que desde la propia teoría del
arte tiene un debate enorme y muy largo. Y quizás esto
es así porque muchas personas que intervienen en el
campo artístico intervienen para correr o delinear la
frontera sobre lo que es el arte con su propia obra. Por
supuesto, el arte conceptual es lo primero que se le vie-
ne a uno a la cabeza en este punto. No sé si hay forma
de denirlo y no sé si tenga sentido hacerlo. Por eso
siento que puede ser más fructífero hablar de experien-
cia estética, que la entiendo como el cúmulo de afectos
o emociones (belleza, fealdad, atracción, repulsión,
asco, agrado, venganza, compasión, piedad, etc.) que
nos produce el contacto con el mundo. Hay algunos
objetos o espacios que producen de una manera más
evidente estas experiencias, como pueden ser la pintu-
ra, la fotografía, el cine o la literatura, por mencionar
los más evidentes. Pero ello no excluye que el Derecho,
por ejemplo, produzca estas experiencias estéticas. Lo
que ocurre es que en nuestra cultura demandamos,
convencionalmente, una aproximación al Derecho que
neutralice esa experiencia estética y nos conecte con lo
que entendemos como racional. Por eso pareciera que
buscáramos un otro dónde, sin remordimiento, poda-
mos dar rienda suelta a la experiencia estética.
MHCY: Si consideramos que la concepción de arte
varía en el tiempo y tiene un componente altamente
subjetivo en su apreciación, ¿qué hacemos frente a las
nuevas formas de expresiones artísticas que muchas
personas no las consideran como arte? Estoy pensan-
do, por ejemplo, en los gratis o el arte digital.
JGJ: Creo que esto, en parte, se responde con lo que te
mencionaba anteriormente y siento que vale la pena
pensar en qué tipo de experiencia estética nos propo-
nen ciertas manifestaciones artísticas como el grati o
el arte digital. Creo que el grati o arte callejero, por
ejemplo, producen una experiencia estética fascinante
porque en su mayoría conectan con un reclamo so-
ciopolítico. Buena parte del arte callejero ha tenido esa
potencialidad y hay ejemplos fascinantes de ello: uno
es Belfast, en Irlanda del Norte, donde luego de 1968
en el conicto político entre católicos (republicanos)
y protestantes (unionistas), las paredes de los barrios
fueron utilizadas para marcar territorios del propio
conicto. Había muros de casas y barrios donde había
odas a una u otra parte de ese conicto y la ciudad
se fue coloreando con el arte como un territorio de
guerra. Por supuesto, se trataba de marcar, de generar
identidad y lealtad a partir de la producción de una
experiencia estética al alcance de cualquiera. Luego del
Good Friday Agreement y la paz rmada entre las par-
tes, los muros estaban llenos de estas manifestaciones y
muchos consideraron fundamental no perder esa tra-
dición artística callejera; había que volver a pintar los
muros para que mostraran la paz que se había logrado.
Así se transformaron muchos muros en Belfast. Lo que
muestra este ejemplo es la conanza que tenemos en
que la experiencia estética es clave para la formación
de los signicados culturales y políticos de nuestro
mundo social.
Creo que una característica de la experiencia estética es
que puede producir, al menos, dos cosas: una de ellas es
la conexión con el mundo político. Usamos una expe-
riencia estética para conectar con una reexión política
que permita al espectador posicionarse en un debate
o comprenderlo mejor. Pero no menos importante en
esa experiencia estética es que se pueda, a través de
ella, cuestionar la existencia individual y la colectiva.
Citando a Milan Kundera, el escritor colombiano Juan
Gabriel Vásquez decía que una de las virtudes de la lite-
ratura es que puede llevarnos a preguntas sobre nuestra
propia existencia a través de la experiencia de otros.
Creo que si una manifestación artística, sea cual sea,