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CÁLAMO / Revista de Estudios Jurídicos. Quito - Ecuador. Núm. 20 (Enero, 2024): 70-84
ISSN Impreso 1390-8863 ISSN Digital 2737-6133
Danilo Caicedo Tapia Cálamo 20
Enero 2024
trascienda culturas, idiomas, épocas, e incluso traspase
la frontera entre artes y medios, tal como ha ocurrido
con el género de superhéroes (Caicedo 2022).
El cómic es intrínsecamente una manifestación pal-
pable del ejercicio de la libertad de expresión. En tal
sentido, el cómic parte de un conjunto de ideas y adopta
un determinado posicionamiento ideológico acerca del
entorno del artista. Esta transmisión de ideas entre el
artista y la reacción del público hacen del cómic un
medio idóneo para la creación de cultura, mediante
la discusión y el debate, la conformación de posturas,
respaldos y resistencias.
Me interesa en particular destacar aquellas obras que
respaldan analizan y critican de forma argumentada
ideas básicas como el Estado de Derecho, la democracia
y los derechos humanos. Sirvan de ejemplos Altarriba
y Kim, Cossío, Oesterheld y Solano López, y Rius.
También están las obras que sirven como instrumento
de denuncia y memoria y de exigencia de verdad y jus-
ticia, como las de: Nakasawa, Cossi, Giménez y Lewis,
Aydin y Powell. Es por esto que el cómic desde sus orí-
genes no es ajeno a la represión y la censura por parte
de quienes ostentan el poder e imponen el relato ocial
(Caicedo 2019).
El cómic como expresión artística no es ni literatura ni
pintura, es algo más y distinto. Pese a que bebe de los
elementos propios de estos artes, aprende y añade par-
ticularidades de otros artes con los cuales usualmente
no se lo vincula, como ocurre con la fotografía, el mu-
ralismo, el teatro y el cine. A todo lo anterior le suma
convencionalismos y técnicas propias. Luego de siglos
de existencia cuenta además de una historia, subdivi-
siones, géneros, estilos, escuelas y familias autónomas,
y está siempre en una constante evolución respecto a
la forma de narrar y transmitir ideas (Caicedo 2022).
Pese a lo anterior, al cómic se le suele negar la categoría
de arte, por considerarlo más bien un producto propio
de los denominados medios de comunicación masiva.
Los defensores del canon apelan a un entendimiento
tradicional del arte; desde esta postura, arte será úni-
camente aquello que tras siglos de consenso ha sido
aceptado así por un grupo reducido de conocedores.
Por tanto, arte será únicamente lo que se encuentra
en las galerías y museos (Bloom 1998). En cambio, si
se opta por un posicionamiento posmoderno, el arte
se medirá no por el criterio de una élite, sino por la
experiencia generada y la relación entre obra y público;
en esta visión más democrática el cómic sin duda será
reconocido como arte (Bourriaud 2008).
Dicho lo anterior, se debe destacar que toda expresión
artística posee intrínsecamente una capacidad estética
para transmitir un mensaje a través del impacto que
causa en nuestros sentidos y en nuestra percepción.
Los artistas cuentan con un arsenal técnico para gene-
rar este gusto estético y comunicarse con sus lectores
para provocar una reacción.
Precisamente, una de las grandes ventajas del cómic,
como expresión artística, es su posibilidad para comu-
nicar a través de dos canales: la palabra y la imagen
de forma complementaria. El primero contribuye
con toda la riqueza, recursos y tradición del lenguaje
de la palabra. El segundo es el canal más antiguo,
culturalmente universal y en general de más fácil acce-
sibilidad para la población, sobre todo en los tiempos
modernos en los cuales, debido al internet, nos hemos
convertido en una cultura predominantemente visual
(Caicedo 2022).
El cómic no solamente es una manifestación cultural
y una expresión artística, sino también un producto
generado como parte de una cultura de masas. No se
debe desconocer esta arista, pues es parte de la identi-
dad del cómic y lo diferencia de otras artes. El cómic
es un producto para la venta masiva y parte de una in-
dustria millonaria, con numerosas casas editoriales y
distintos mercados, cada uno de ellos con sus propias
características. Y es usualmente sobre este aspecto
que el cómic suele encontrar sus mayores detractores,
siendo denostado tanto dentro del campo artístico,
como en el cientíco, no se diga el jurídico.
Además de las críticas ya señaladas, se arma que el
cómic en su globalidad es un reejo de una ideología
conservadora. Se pone de ejemplo la forma negativa en
que algunas obras, usualmente del mercado norteame-
ricano y de sus dos grandes editoriales, representan a
las mujeres, a las diversidades sexuales, a otras etnias
y culturas.