30 CÁLAMO / Revista de Estudios Jurídicos. Quito - Ecuador. Núm. 20 (Enero, 2024): 22-34
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Cálamo 20
Enero 2024 Juan Darién: el mensaje jurídico develado
hay nadie que se llame Juan Darién. No conozco a Juan
Darién. Este es un nombre de hombre, y aquí todos
somos tigres” (Ibid., 257). La violencia, como muestra
Quiroga, deshumaniza. Luego, reconoció a la única
persona que entendió el derecho a la igualdad que
tienen todos los seres del universo, su madre humana:
“—¡Madre! –murmuró por n el tigre con profunda
ternura–. Tú sola supiste, entre todos los hombres, los
sagrados derechos a la vida de todos los seres del uni-
verso” (Ibid., 258). El pequeño Juan gozó de una plena
subjetividad jurídica, titular del derecho a la igualdad
y no discriminación, a través del vínculo y protecto-
rado de su madre. Fue un reconocimiento transitorio
como humano que le permitió ejercer sus derechos,
por ejemplo: el derecho a la educación al asistir a la
escuela. Finalmente, decidió volver a vivir como tigre.
“—Ahora, a la selva. ¡Y tigre para siempre!” (Ibid.,
258). Así, la discriminación en contra de Juan Darién
no logró matarlo, pero sí desterrarlo. La derrota del ser
humano, incapaz de convivir con el diferente, acosán-
dolo hasta conseguir su muerte o su exilio.
La palabra de Quiroga se entrelaza con la jurispru-
dencia. El arte es una de las vías —como los hechos
sociales— que utiliza el Derecho para reconstruirse
y renovarse. La propia doctrina citada demuestra su
valor jurídico al momento de relacionar textos litera-
rios con condiciones legales. Tomar como fuente el
caso de Juan Darién para referir un ejemplo tajante
de exposición sobre la igualdad y no discriminación;
asuntos ubicados en el foco del debate la última década
en cortes de todo índole y rigor a tenor de las diásporas
agresivas provocadas por la conmoción doméstica de
sus naciones (Venezuela y Ecuador como ejemplos
contemporáneos).
Los rasgos propios de Juan Darién fueron la excusa
suciente que encontraron sus agresores para expul-
sarlo de la comunidad. Él no tenía ninguna intención
de agredirlos; no obstante, decidieron atacarlo por ser
diferente. Para tales nes, optaron por tratarlo como
a un animal sin derechos, pues no podrían “hacerlo
mientras tenga forma humana, porque no podremos
probar ante todos que es un tigre. Parece un hombre,
y con los hombres hay que proceder con cuidado”
(Quiroga 2004, 252). Es decir, mientras parezca un
hombre se respetarían sus derechos, pero cuando
adopte su forma original —la forma del otro— ten-
drían el derecho a matarlo, porque es así como el ser
humano mira al diferente, más aún si se trata de un
animal: como su propiedad, de la que puede disponer
libremente e, incluso, destruirla.
Una de las grandes obras de la literatura, El rey Lear,
de Shakespeare, reexiona sobre la dicotomía entre
el hombre como animal y el hombre como civilizado.
Esto, naturalmente, se abordaría de manera abstracta;
sin embargo, Quiroga encarniza esta ambivalencia en el
pequeño Juan Darién. Encontramos al trágico rey Lear:
Vaya, mejor estarías en la tumba que dando con
tus huesos en este confín de los cielos. El hombre,
¿no es más que esto? […] El hombre sin acomo-
dos no es más que el pobre, desnudo y bípedo
animal que eres tú. Fuera, préstamos, fuera: va-
mos, desabrochadme esto. (Rasgándose las ropas,
es reprimido por Kent y el Bufón.) (Shakespeare
2016, 162)
Si despojamos, por ejemplo, al domador de sus ele-
mentos: el látigo y su vestimenta de autoridad, vuelve
a un estado primitivo, incapaz de hacerle frente a nada
de lo que habita en la selva. El domador es un pro-
ducto de la civilización. Del mismo modo que, tras la
muerte de su madre, Juan Darién fue arrebatado de su
apariencia infantil. Una cosa es el hombre vestido y
otra el hombre desnudo; ergo, una cosa es Juan Darién
bajo el sortilegio que lo disfraza de humano, civili-
zado, con vestiduras y formalidades, y otra es su ser
tigre, intrépido e indoblegable. El componente jurídi-
co intenta comprender ambas expresiones, aceptando
la parte desnuda de una civilización; aquella diversi-
dad cultural voraz, de etnia colorida y legendaria, y
promoviendo la igualdad entre todos, vistiendo a cada
ciudadano con la misma participación. El Derecho
trata de liberarse de los sesgos y la rigidez, aunque
nunca sea suciente por cuanto responde a las idio-
sincrasias de turno. Lo dicho por Octavio Paz:
La realidad —todo lo que somos, todo lo que nos
envuelve, nos sostiene y, simultáneamente, nos de-
vora y alimenta— es más rica y cambiante, más viva,
que los sistemas que pretenden componerla [uno de
ellos, el Derecho]. A cambio de reducir la rica y casi